El dolor de la invisibilidad

Tomas Donato/ marzo 21, 2022/ Espacio reflexivo/ 6 comentarios

La indiferencia es ese veneno que mata al Ser lentamente. Ser invisible, no ser visto, no ser reconocido humanamente por la persona que sos, tiene consecuencias muy graves.

Y la realidad es que hay muchas formas de convertirte en alguien invisible. Quizás quisiste conformar a tus padres, a tu pareja, o a alguien más gran parte de tu vida. Quizás te dio miedo mostrar tu verdadero Yo, para evitar el rechazo. Quizás sos una persona tímida y socialmente inadecuada, y no supiste mostrarte a los demás, permaneciendo entre las sombras. La realidad es que vivir no es fácil. 

El problema es que, con el pasar del tiempo, el no mostrar tu auténtico yo y ser reconocido por otros te va degradando lenta pero profundamente. Tu voz interior se debilita, reemplazada por una versión falsa que habla por ella. Quizás logres ocultárselo a los demás, pero para vos es algo evidente. Tu luz interior se apaga. Y cuando eso va pasando, a medida que ingresas al inframundo, el horror se apodera de vos. Es así como mucha gente experimenta la depresión.

Nacimos para ser

Es cierto. Nadie sabe a priori para qué existe. Esto conlleva una pregunta que nos acompaña toda la vida. Pero hay algo que es indudable. Si es que nacimos, si emergimos de la nada, es para ser. ¿Ser qué? ¿Ser quién? Ser uno mismo. Que en otras palabras, implica reconocer la propia existencia en el mundo. 

Esa voz interior que mencioné, es esa luz, esa esencia del Ser. Es lo que nos hace dar cuenta que estamos vivos y somos alguien en el mundo. Quizás algunos le llamen alma. Es el núcleo de tu existencia. Y ese núcleo es lo que le pueda dar forma a todo lo que hagas. 

El tema es que para Ser auténticamente en el mundo, necesitamos abrazar ese ser, y mostrarlo. Necesitamos una validación del ser.  No todos tienen el lujo de nacer en hogares validantes. Muchas veces el amor que recibimos no es por ser quienes somos, sino por ser quienes los demás desean que seamos. Ahí es donde se puede generar esa división de la personalidad. Ahí nace el falso self. ese la careta que oculta al verdadero ser.

Para poder sobrevivir, necesitamos agradar a los demás. Necesitamos de alguna manera ocupar un lugar de reconocimiento. La paradoja es que si el reconocimiento que recibimos no coincide con nuestro verdadero ser, nos aleja de él. Alimentamos a ese otro, ese reemplazo que creamos para sobrevivir. Y el yo interior, el autentico ser, el alma, se debilita.

Declaración de existencia

Hay momentos que el dolor de la invisibilidad se vuelve tan intolerable, que los límites que dieron forma a tu vida se disuelven. El sufrimiento es tal que sos capaz de romper, lastimar y echar a perder todo lo que te dedicaste a cultivar en tu vida. A veces esto se expresa como explosiones de ira. A veces como autolesiones. Quizás alejes a la gente que te rodea. O, en el mejor de los casos, tu verdadero ser logre asomar la cabeza del inframundo y gritar un pedido de ayuda.

La realidad es que una persona solo puede tolerar hasta cierto punto existir sin dejarse ser. Hay un límite a la conformidad, a la invisibilidad, a la indiferencia cronificada. No estamos hechos para vivir como islas. No podemos sobrevivir en soledad, sea la literal que puede experimentar un náufrago, o la simbólica que viven tantas personas en su corazón. 

Necesitamos ser con otros, y para eso, tenemos que arriesgarnos a dejar la oscuridad, y volvernos visibles.

Entrando a la luz

Es extraño considerar romper hábitos cuidadosamente sostenidos para sobrevivir. Muchas veces lo que nos evita conectar con el ser se construyó con esa premisa. Pero cuando lo que supuestamente se hace para sobrevivir es lo que nos termina sofocando. Los pollitos deben romper el cascarón para nacer. Deben destruir lo que les permitió desarrollarse en primer lugar. Una persona que cultivó un falso self debe hacer lo mismo que el pollito. Atreverse a romper lo que en un momento lo protegía para poder crecer y salir al mundo. 

La máscara del falso self tiene que dar lugar a una existencia auténtica. Y solo quitándote la máscara podés reconocer tu rostro, y empezar a conocerte de verdad. Ser auténticamente te permite tener una relación auténtica con vos mismo, y ser con otros. Para alguien que evitó esto gran parte de su vida, le pueda resultar una experiencia terrorífica, pero a la vez liberadora.

Por eso algunas personas necesitan tocar fondo, y en realidad me refiero al auténtico fondo del abismo, para poder encontrar el coraje de quitarse esa máscara y ver qué hay debajo.

Ese momento puede considerarse un segundo nacimiento. Una auténtica resurrección del Ser. 

Viendo más allá

Vivir con los ojos abiertos, con conciencia de la existencia, y abrazando el propio ser te hace capaz de reconocer a otros. Darte cuenta cuál actitud tenés frente al existir. Si usas máscaras, si te sentís invisible, si temés mostrarse. En otras palabras, te da la oportunidad de detectar a la gente que vive en la oscuridad. Porque solo los que conocen la oscuridad pueden ver a quienes están atrapados en ella. De lo contrario, esta resulta invisible, porque desviás la mirada. Es la ceguera voluntaria que conlleva evitar el sufrimiento.

Una persona que emerge del inframundo no necesita hacerlo. Conoce íntimamente el sufrimiento existencial. Sabe muy bien cuán hondo es el pozo. Y sabe lo que le puede pasar a alguien que cae ahí.

Ese es el lado redentor de quien ha vivido el horror de vivir no siendo. La posibilidad de obtener una sabiduría que le permita ayudar a otros a salir a la luz.

Elogio al Ser

Así regresamos al inicio. ¿Para qué nacimos? Nadie sabe. Pero el hecho de haber nacido es una oportunidad para ser. Y esa oportunidad nos convoca a explorar la existencia. No todos tienen los mismos intereses, ni los mismos talentos. Los valores fundamentales de cada persona pueden variar también. Y además, nadie es de manera estática. La existencia es fluida. Hay un desarrollo de uno mismo conforme va viviendo con autenticidad. Mientras más te permitís ser, mas crecés, más te vas reconociendo, y más herramientas tenés para poder hacer elecciones adecuadas para tu persona. Ese diálogo con uno mismo, que se conforma de palabras y acciones, es lo que desarrolla el autoestima. Es, citando la segunda regla para vivir de Jordan Peterson, “cuidarse a uno mismo como alguien que seas responsable de ayudar”. En otras palabras, como un ser amado. 

El amor en su esencia, es amor del ser autentico. Es lo que nos conecta con otros y con el mundo. El que nos convoca a cuidarnos, tratarnos con respeto, tomarnos en serio. El amor siempre se trata de buscar y abrazar al ser autentico, sea el propio o el ajeno. De lo contrario sería falso amor, la clase que prefiere a la máscara por sobre la persona.

Premisas para vivir auténticamente

Podemos destilar estas ideas y resumirlas en pocas palabras: Ámate como alguien que nació para ser auténtico. Existe como alguien que merece un lugar en el mundo. Ve más allá de las caretas que vestimos, para encontrar al ser auténtico de otros, y compartir una existencia real. Quizás solo partiendo desde este punto sea posible construir una vida con sentido. Una vida real.


Descubre más desde Tomas Donato

Subscribe to get the latest posts sent to your email.

Acerca de Tomas Donato

Soy psicoterapeuta individual y de pareja con más de 10 años de experiencia. Mi objetivo profesional es ayudar a las personas a vivir mejores vidas. Por eso mi pasión es la filosofía y la psicología orientadas al desarrollo personal.

6 comentarios

  1. Gracias por enviármelo, como siempre muy interesante tu visión y me ayuda mucho en la búsqueda de mí misma, siempre uno anda buceando, buscando respuestas para seguir adelante.

    1. Y gusto ayudarte en tu búsqueda, Marcela.

  2. Preciosura de texto.

  3. Es tan placentero leerte y escucharte hablar.
    Gracias por compartir esto!

    1. Un gusto. Gracias por leer.

  4. Existe como alguien que merece un lugar en el mundo… me quedo con esa frase e intentare internalizarla. Mil gracias!!!

¡Tus ideas son valiosas! ¡Compartilas!