Las etiquetas: fáciles de pegar, y difíciles de despegar

Tomas Donato/ agosto 3, 2020/ Espacio reflexivo/ 3 comentarios

A diario usamos las palabras para referirnos a las personas y las cosas, muchas veces casi sin darnos cuenta, y a través de ellas definimos el mundo que nos rodea. Al hacerlo terminamos poniendo “etiquetas” a las cosas y a las personas. Reducimos lo vasto en un pequeño concepto, a una parcialidad.
Esto es un tema que no es para nada desconocido (recuerdo que hasta hay spots publicitarios que tomaron este concepto), pero es tan ubicuo que merece una reflexión más profunda.

Hace tiempo me llama la atención la necesidad de catalogar que tenemos las personas (algunas más que otras), de poder poner palabras que puedan calificar y explicar de manera simple lo que vivimos y percibimos. Por eso una experiencia indescriptible resulta ser como una picazón que no se puede rascar.

El resultado es que siempre hay una palabra para todo, aunque no siempre la palabra describa correctamente la experiencia, la cosa o la persona.
Y es con las personas donde la cosa se pone complicada. Una palabra nunca alcanza para describir a nadie. Estamos habituados a usar apodos, adjetivos, o frases cortas para poder encapsular la esencia de las personas. En muchos casos esto se vive como algo inocente, inofensivo, pero la palabra es un arma de doble filo, y si no tenemos cuidado, podemos cortar de maneras inadvertidas. El bullying se vale muchisimo de esta herramienta. Un apodo despectivo puede arruinar la vida de una persona. Crecemos con creencias sobre nosotros mismos cargadas con palabras que pueden limitar nuestra conciencia de lo que somos. Muchos pacientes consultan por este tema: cargan con etiquetas que limitan su capacidad de desarrollarse como seres humanos. Se erigen como muros interiores que los constriñen, les producen angustia, sufrimiento, y les impiden ver otros aspectos de su personalidad.
Esto resulta ser mas dañino si estas etiquetas terminan formando parte de las creencias nucleares, que definen la identidad de una persona.

Al final resulta ser que ningún monto de palabras alcanzará para describir plentamente a una persona. Se han escrito libros enteros de psicología, de sociología, de biología, de medicina, y tantas otras disciplinas, y no se puede llegar a una idea plena y total de lo que es el ser humano.
En la epistemología (parte de la filosofía que busca explicar cómo conocemos la realidad), hay corrientes que sostienen que la realidad no es cognoscible de manera certera. Las palabras son mapas de un territorio, no pueden ser copia fiel, solo son representaciones mas o menos adecuadas, pero nunca exactas.

¿Y que podemos sacar en limpio de todo esto?

Usemos el lenguaje con sabiduría.
Usemos las palabras para abrirnos a un mundo siempre mas grande que nosotros mismos, y no cerrarnos en ideas rígidas. Cuidemos cómo nos dirijamos a los demás.
Practiquemos la empatía: nuestras palabras pueden lastimar, aún cuando no lo deseemos.
Seamos humildes: reconozcamos que el mundo siempre será más grande que nuestras mentes y nuestras creencias.
Seamos siempre curiosos: el mundo y la vida siempre nos pueden enseñar algo nuevo, que escape a nuestras ideas previas.

Como siempre, agradezco y celebro sus comentarios. Los puntos de vista enriquecen, siempre que sean expresados con respeto. Y si les gustan estas ideas y reflexiones, por favor compártanlas en las redes sociales. Un blog leído es un blog feliz.


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Acerca de Tomas Donato

Soy psicoterapeuta individual y de pareja con más de 10 años de experiencia. Mi objetivo profesional es ayudar a las personas a vivir mejores vidas. Por eso mi pasión es la filosofía y la psicología orientadas al desarrollo personal.

3 comentarios

  1. Hola Tomás. Como siempre simple y concreto.

  2. Muy bueno Tomás. Gracias por compartir!

    Un abrazo

  3. Hola Tomás, tan cierto y tan claro.

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